Hoy la responsabilidad de sobre la trayectoria
profesional se ha traspasado de las organizaciones a los propios individuos en
una situación de intercambio donde el individuo es corresponsable de la
competitividad de la compañía para la que presta servicios de formas muy
diversas y complejas, mientras gestiona su propia empleabilidad.
Estamos iniciando una nueva etapa, que se
caracterizará por la desaparición de lo que entendemos por “trabajo”a un nuevo
periodo en el que la forma de organización de las tareas y la relación entre
empleados, organización del trabajo y empleadores, va a cambiar radicalmente y
que supondrá, la desaparición de la mayoría de las tareas que hemos conocido.
Debemos encontrar nuevas alternativas al concepto
tradicional de trabajo a través de nuevas formas de generación de ingresos. Si
no somos capaces de definir estos nuevos “valores” tenemos el riesgo de
dirigirnos a un mundo polarizado en 3 ámbitos:
De
una parte una élite formada y capacitada que controlará y gestionará la
economía, una conjunto de profesionales que tendrán la suerte de pertenecer,
aunque siempre de forma temporal, al grupo de privilegiados que se dedicarán a
poner en marcha los procesos e instrucciones emanadas de la élite y por último
una masa de individuos, puros ejecutores, con pocas expectativas de futuro, y
aún menos esperanzas de conseguir una trabajo aceptable en un mundo cada vez
más automatizado.
Los jóvenes se tienen que acostumbrar a la idea de
no tener un puesto de trabajo fijo para toda la vida”. La definición de
oportunidades y de responsabilidades de millones de personas pertenecientes a
una sociedad carente de empleo masivo podría convertirse en el elemento de
presión social más importante del próximo siglo”.
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